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¿Esa gente sí tiene problemas?

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Atreverse a cancelar un servicio de telecomunicaciones. Emprender el periplo de entregarle el inmueble a la inmobiliaria. Confiar en el contratista que hace muy bien el trabajo específico, pero incumple reiteradamente cada plazo. Usar el servicio público y sentir temor por todo lo que puede suceder afuera y adentro del vehículo. Enfrentarse a una EPS para recibir servicios básicos. Discutir con el portero porque la aplicación del reglamento depende de su estado de ánimo.

Solo algunas de las trabas a las que se enfrenta el ciudadano común. Esas pequeñas batallas van desde el choque con el gran emporio de telecomunicaciones, hasta la frustración con el contratista que llega tarde porque estaba asumiendo sus propias luchas.

Son apenas “problemitas” frente al sufrimiento de muchos otros; sí. No son comparables. Y aquí, radica la belleza de la discusión: Las situaciones de dolor y angustia de unos y otros, precisamente, no se pueden pesar en la misma balanza. No hay un sistema de medición que los homogenice. Cada quien tiene sus propias dificultades y no son más o menos válidas que las de otro ser humano. Son distintas.

Lo que nos une, es, definitivamente, el anhelo de no pasar por esos tránsitos en soledad y desprotección. Porque unos y otros vivimos la sensación de ser minúsculo; de tener muy poco margen de maniobra. Dicen que así es el sistema, que se empeña en apabullarnos. Y la trampa es más profunda, porque hace que creamos que estamos solos ante semejante frustración. En semejante oscuridad, quedamos sin fuerzas.

En esos escenarios, en medio de la angustia, la vida misma nos da la vuelta. Nos muestra que de la mano de los amados se encuentran las soluciones; que, ante la arbitrariedad del sistema, nos queda la red de relaciones como defensa y la consideración por el otro como camino. Comprender que ese señor de atención al cliente, que luce el logo de una empresa, no es la empresa. Ese señor, en ese momento, está reducido a un libreto que no le permite decidir.

La resistencia empieza por darnos cuenta de que el mundo no está en nuestra contra, en particular; y que a todos los seres humanos nos pasan cosas difíciles. Con eso en mente, obrar con el corazón dispuesto a buscar soluciones. Habrá que llorar por la frustración, pero al mismo tiempo, extender la mano con humildad, buscar ayuda y acogerla con la certeza de que esos otros seres, también emproblemados, son nuestros salvavidas.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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