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De venenos, menjurjes y otros remedios

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Las montañas, vistas desde las grandes ciudades, parecen lejanas; simples fenómenos geográficos que permanecen inmóviles. Tan lejanas a nosotros que las partimos por la mitad como un pastel, pelamos uno de sus costados o las atravesamos por el medio. En Bonafont, Caldas, las montañas hacen parte de la vida humana; moldean el estilo de vida de la comunidad. Esta cercanía trae consigo una serie de conocimientos que, en la ciudad, como se suele decir, “tanto cable no deja entrar”.

Bonafont es un corregimiento de Riosucio que se ubica dentro del Resguardo Escopetera y Pirza, territorio de indígenas Embera Chamí. Como su nombre lo indica, Embera traduce persona, mientras que Chamí significa montaña. Se trata entonces de las personas de la montaña.

La vida de la montaña trae consigo cientos de conocimientos que han logrado sobrevivir a varias oleadas de exterminación. Los españoles fueron los primeros encargados de enfrentar a las poblaciones originales. Según ellos, era necesario tomar el dominio de esas tierras, al igual que dominar las mentes de las gentes que allí habitaban. Dicho dominio mental, aunque suene como una película, se llevó a cabo directamente por la Iglesia. Esta catalogó como diabólicas y lejanas de Dios a varias de las prácticas y costumbres propias del territorio.

Pero también existió y existe una dominación indirecta, ejercida por personas como usted y como yo que nos creímos el cuento de la superioridad europea (hoy americana) y terminamos replicándola sin darnos cuenta. Esta dominación se efectuó de diferentes maneras pero, como me podría tomar más espacio del que tengo y del que usted quiere, me concentraré en un aspecto. Se trata de la dominación que se ejerció sobre el campo de la salud.

Conectarse con la montaña implica verla como una fuente de curación. Ella suministra lo necesario para tratar enfermedades y otros males. Personas como usted y yo crecimos con Dólex, vitaminas, antibióticos y todo tipo de pastillas. Algunos conservamos la costumbre de tomar aguapanela con limón para tratar un resfriado, pero solemos desconfiar de los menjurjes exóticos, sin sustento científico y que solo las abuelas promocionaban.

No está de más hacer la advertencia de que dichos medicamentos resultan útiles para muchas personas y no pretendo incentivar a que dejen de ser utilizados. No obstante, ese discurso para dejar de utilizar medicinas ha sido empleado por la gente de la ciudad, por el homo occidentalis. No falta el doctor enfurecido o el estudiante adoctrinado que, fundado en su discurso científico, afirma que la medicina ancestral está mandada a recoger y se necesita con urgencia concientizar a la “población rural” sobre el uso de medicamentos. ¿Por qué imponer si ambos tipos de medicina pueden coexistir?

Bonafont es precisamente un ejemplo de esa coexistencia. Existe un centro de salud al que se acude en casos de fracturas y complicaciones, pero, siguiendo las tradiciones ancestrales, hay remedios naturales hechos con plantas milenarias, animales y otros recursos que brinda la montaña. Se trata de medicinas heredadas de los ancestros, con miles de años de antigüedad y exitosa utilización. Medicinas que, en su momento, suplieron la ausencia del Estado en el territorio (todavía lo hacen en otros territorios). La coexistencia es pluralista y, por ende, contrahegemónica.

La descolonización implica, entre otras cosas, vencer los discursos hegemónicos. Para ello, es necesario identificar el paradigma en el que está ubicada cada una de nuestras ideas y formas de relacionarnos con el planeta. ¿Por qué pensamos como pensamos? o, como lo explica Silvia Rivera Cusicanqui, identificar el lugar que se ocupa en la “cadena colonial”. La importancia de descolonizar recae en que existen paradigmas destructores, formas de pensar que nos llevan a la exclusión y justifican la eliminación de otras maneras de entender el mundo. Identificar esos discursos permite conservar la diversidad, la cual, en este caso, nos trae ventajas tan prácticas como salvarnos de una picadura de alacrán.

En caso de que usted comparta la pluralidad de medicinas y quizás le interese aplicarlas, cierro la columna con una pequeña lista de remedios que recuerdo tras visitar el resguardo. Aunque, ¿por qué no aplicarlas si funcionan? ¿Usted cree que no?, ¿por qué cree que no? ¿Qué lugar ocupa usted en la cadena colonial? Estas preguntas puede que le ayuden a identificar el paradigma en el que se encuentra y a demostrarle que, sin darse cuenta, está ejerciendo una dominación.

Según me explicaron en Bonafont, el siguiente método de curación aplica para todo tipo de venenos. En caso de mordeduras de culebras, arañas o alacranes, se recomienda lo siguiente:

  • Con el lado del machete que no es afilado se debe rodear la parte superior de la extremidad donde se ubica la picadura. Se hace un poco de presión, pero no tanta como para dejar una marca.
  • Beber un vaso de agua que contenga cinco cucharadas grandes de azúcar.

En caso de malestar estomacal o intoxicación:

  • Un vaso que contenga mitad de soda y mitad de Coca Cola.

Si se presentan síntomas de asma:

  • Se recomienda preparar un caldo de zarigüeya.

En caso de dolor de muela:

  • Masticar una flor eléctrica o Acmella oleracea para conocedoras.

Para evitar malas energías:

  • Colgar canela en la chapa de las puertas.

Por si alguien desconfía o decide reírse de estas medicinas, advierto que presencié la utilización del remedio contra veneno de alacrán. A un amigo lo picó tres veces uno pequeño. Tras el machete y el agua con azúcar, en una hora estábamos tomando ron y celebrando la vida. Para descolonizar la mente no hay medicina.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/

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