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La regla de la orfandad

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En el mundo de Harry Potter los Thestrals, criaturas con cuerpo de caballo y alas de murciélago, jalan el carruaje que lleva a los estudiantes desde la estación del tren hasta el castillo de Hogwarts. Los Thestrals solo son visibles para quienes han sido realmente tocados por la muerte. Harry solo puede verlos después de la muerte de Cedric porque, aunque presenció la de sus padres, la muerte de su amigo fue la que abrió su consciencia de la pérdida.

La representación de Rowling es genial: el recurso del animal invisible, la revelación de su apariencia amenazante, el descubrimiento de su naturaleza bondadosa y la configuración de un clan alrededor de su aparición es bello y sensible. Una elección acertada para hablar de la claridad que llega con la muerte y de la experiencia colectiva del duelo.

En los días siguientes a la muerte de mi padre me inventé una regla: solo son válidas las palabras de otras que hayan perdido lo que yo perdí. Busqué a las huérfanas para consolarme, para comprobar que el dolor no duraría para siempre, y descarté la lástima de las que todavía podían escuchar las voces de sus padres. La regla de la orfandad se ha decantado con el tiempo hacia un criterio menos radical y se ha convertido en un principio de compasión que consiste en aceptar que la experiencia consciente de la muerte revela nuevas dimensiones de la vida y reordena las prioridades y, que las personas que aún no la han tenido, miden su existencia con un sistema diferente.

La dimensión de lo importante, lo urgente y lo valioso se altera con la consciencia de la mortalidad. Saber qué lugar ocupamos en el orden de la vida es la llave de la tranquilidad y la muerte es quien la entrega. La muerte literal, la que se lleva a quienes amamos, pero también la muerte figurada, la que se encuentra en la contemplación atenta y en los estados expandidos de consciencia. 

La elaboración del principio de compasión fue posterior al dolor de constatar que después de mi pérdida el mundo siguió igual: de sentir que el vacío que quedó luego de dejar ir lo que me sostenía era invisible para los otros. Aplicarlo ha suavizado el rigor de la ausencia y me ha acercado a otras que pueden apreciar la belleza que galopa sobre un animal fantástico. 

Estas palabras son para Isabel, Ana María, Oriana, Lucía, Carolina, Camila, Vanesa, Luz María, Mónica y Tatiana. 

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/

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