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La diversidad es la marca que caracteriza a la juventud del siglo XXI. Esta diversidad representa su mayor riqueza y a su vez un enorme reto: ¿cómo encontrar causas comunes que nos unan y que nos permitan trabajar por un planeta en el que se protejan todas las formas de vida que lo habitan, y por una sociedad de oportunidades, más incluyente, equitativa y libre?
En 2019 una alianza entre la Universidad EAFIT, la Alcaldía de Medellín, Comfama y Proantioquia, se propuso reunir a la juventud de Medellín en torno al proyecto que se denominó “Jóvenes 2020”, en el que seleccionaron a 40 jóvenes (20 mujeres y 20 hombres) entre más de 700 para ponerlos a pensarse su ciudad y territorio. Entre esos 40 jóvenes la única característica común fue la diversidad, en todos los ámbitos imaginables: Religiosa (jóvenes católicos, cristianos, Hare Krishna, ateos y más), territorial (jóvenes urbanos y rurales, de todas las comunas y corregimientos de la ciudad), orientación e identidad sexual y de género, étnica (jóvenes afro, indígenas y mestizos), e ideológica (con jóvenes de todas las vertientes ideológicas dentro del espectro político).
Estas condiciones dieron lugar a un laboratorio de liderazgo, en el que se evidenció que la diversidad propicia un ambiente productivo poderoso, en el que la búsqueda de acuerdos y consensos entre diferentes a través de la interlocución y el diálogo, construye las mejores ideas y propuestas.
Más allá de los productos y proyectos de ciudad que dejó esta iniciativa, hoy quiero reflexionar sobre lo que había en el fondo de Jóvenes 2020, que no era más que esa construcción entre diversos, que tiene como requisito la capacidad de escuchar a quien piensa distinto y de establecer un diálogo que se transforma en un puente entre sus ideas y las propias. Bien decía Newton que la humanidad se ha encargado de construir “demasiados muros y no suficientes puentes”. Eso es precisamente lo que constituye el mayor desafío del liderazgo juvenil en el mundo, y por estos días en Medellín: derribar los muros de odios que durante años se construyeron y engrosaron generación tras generación para dividir a quienes pensaban diferente, y tender puentes entre orillas que pueden ser distintas, pero no necesariamente distantes.
Yo espero que la juventud en Medellín juegue un rol determinante en las elecciones que se vienen en octubre de este año. La fuerza de la juventud ha logrado cambios trascendentales en el pasado como la Constitución de 1991, no es momento de olvidar el poder que reside en las ideas frescas, en la energía creativa y en el andar ligero por no cargar odios del pasado.
Cada peso que se han robado Quintero y su séquito ha sido un peso robado a las oportunidades de las y los jóvenes de la ciudad. ¿Construimos un pacto para sacar a quienes han saqueado la ciudad, y para escribir un nuevo capítulo en la historia de nuestra Medellín? ¿Llamamos al diálogo a las fuerzas democráticas, a la sociedad civil organizada, a los liderazgos políticos, académicos, comunitarios y empresariales? Hace poco proponía 3 grandes retos a la próxima alcaldía, considerándola una de transición, que recupere la ciudad del desastre que deja Quintero:
- Sanear las finanzas públicas: auditar qué pasó con los recursos públicos durante estos 4 años, revisar a dónde se fueron, qué queda, sacar a las personas incompetentes y con cuestionamientos de corrupción y radicar las denuncias pertinentes.
- Continuar los proyectos que vienen ejecutándose: dar continuidad a los grandes proyectos estratégicos de ciudad que vienen construyéndose desde alcaldías anteriores y que por ningún motivo se detengan (parecería obvio en una ciudad como Medellín, pero luego de 4 años de Quintero entorpeciendo proyectos estratégicos y sustituyéndolos por otros que se saca del sombrero, vale la pena recalcarlo).
- Convocar a un gran diálogo social: que involucre a los distintos sectores de la sociedad y reconstruya la confianza tejida durante años entre estos (sector público, academia, sector privado, organizaciones sociales) y que convoque a nuevas manifestaciones de la sociedad civil organizada. Un diálogo liderado por el sector público que invite a la ciudadanía a pensarse la ciudad, a escoger un rumbo que responda a la pregunta “Medellín, ¿para dónde vamos?”, un ejercicio de prospectiva que nos permita encontrar un nuevo proyecto de ciudad construido colectivamente y que tenga su primer paso y hoja de ruta en el Plan de Ordenamiento Territorial.
Por supuesto que la alcaldía debe tener muchos más retos –recuperar indicadores, reducir la desigualdad, construir paz, comprometerse con el cuidado del planeta, acabar violencias…–, pero a nivel estratégico estos 3 son los mínimos, un punto de partida y no de llegada.
A la juventud le propongo: escribamos la nueva historia de la ciudad. La cancha está lista, tenemos la energía, la convicción y la preparación. Juguemos el partido.
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