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Esteban Mesa

Federer, van Vleuten y el espíritu humano

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Hay personas que marcan profundamente a la sociedad, que tienen una capacidad de trascender en su legado por haber logrado cosas que se nos escapan a la mayoría de nosotros. Es gente que tiene un talento extraordinario, que logra dominar un oficio en cualquier área. En la educación, las artes, la academia, el deporte, la política, las empresas; siempre suele haber individuos que marcan una era, que dejan huella.

Esta semana vimos la despedida de Roger Federer en medio de las lágrimas de Rafa Nadal. Un momento casi poético que ilustra la capacidad humana de competir, respetar, admirar y querer a rivales y colegas. Vimos el final de una carrera profesional única llena de títulos y récords ejecutada con maestría y seriedad por un genio. El legado de Federer trasciende los números, no es solo cuantitativo, es cualitativo. Es una obra llena de inspiración mucho más allá del tenis.

Pero esta semana vimos también a una mujer inmortalizar aún más su nombre en el ciclismo al ganar su segundo título mundial de una forma épica, como un capítulo más de una carrera plagada de triunfos, récords y también de inspiración. Annemiek van Vleuten ganó con una fractura en un codo en una carrera en la que siempre vino de atrás y en la que se pudo haber conformado con mucho menos. En lo que va del año ha ganado el Giro de Italia, el Tour de Francia, la Vuelta a España y el mundial, algo completamente fuera de lo normal.

Su legado también trasciende los títulos. Con 39 años, su carrera está llena de trabajo y disciplina que, además, combina con gran humildad y facilidad para representar el ciclismo en su totalidad. Con frecuencia entrena unas semanas al año en Colombia y en medio de sus recorridos interactúa, comparte, enseña, por ejemplo.

Admiro este tipo de personas por lo que está detrás de cada trofeo y de cada logro.  Siempre me ha llamado la atención tratar de entender qué es lo que hace que tengan ese alcance y aunque considero que es muy difícil generalizar, es posible decir que hay rasgos que se repiten: talento, pasión, dedicación. Parecen sentir en el interior un fuego que los motiva de forma especial a dedicarse de lleno a una actividad en la que se esfuerzan por hacerlo cada vez mejor. Normalmente no es casualidad, es el talento y el trabajo lo que hace la diferencia.

Junto con la resiliencia, esa capacidad inagotable de algunas personas de vencer a la tragedia, son unas de las expresiones más hermosas de la fortaleza del espíritu humano, de la convicción, de la entrega. En medio de la velocidad del mundo y de la propia vida es necesario detenerse a admirar este tipo de personas que con su vida nos demuestran que es posible ser mejores, que el trabajo dedicado y honesto da frutos, que las diferencias no nos obligan a ser enemigos y que no hay prácticamente nada que un ser humano decidido no pueda lograr.

A ustedes, Roger y Annemiek, gracias por representar la esperanza en la humanidad.

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