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Esta es la tercera columna que escribo buscando explicar los argumentos que me han llevado a tomar la decisión de no votar por Petro. En la primera, me concentré en demostrar que, desde el punto de vista de los políticos que lo rodean y sus prácticas electorales, no representa ningún cambio. En la segunda, expuse cómo su improvisación es un riesgo para Colombia y por qué pienso que una mala persona no puede ser un buen gobernante, los Petrovideos han confirmado mis temores: si así son en campaña ¿cómo serán en el gobierno?
La semana pasada me comprometí a profundizar en un aspecto que me preocupa especialmente: la visión de Petro sobre el del papel del Estado en la economía. Es una fórmula fallida y la puerta de entrada a mayor corrupción y pobreza.
Las próximas líneas las escribo por honrar ese compromiso. La realidad es que el país ha elegido dos trincheras desde donde se asoman, como armas, insultos, calumnias, trampas y mentiras. Estoy agotado de este tema y no creo que nadie, hoy por hoy, cambie de opinión por leer una columna. Lo hago como una constancia histórica, por lealtad con mi conciencia, por plasmar en letras el resultado del análisis y las conversaciones.
El plan de gobierno de Petro tiene un enorme enfoque estatal. Es decir, el Estado es el eje central en la toma de, prácticamente, todas las decisiones económicas. Es activo en toda la cadena de producción: inicia definiendo qué producir, dónde producir, aranceles y regulación. Adicionalmente, va a ser comprador final de productos e igualmente empleador final. En conclusión: el Estado lo hace todo. ¿Con qué plata?
La pregunta es: ¿este esquema permite que el país crezca de forma sostenible en el largo plazo? La respuesta es no, ya en la historia existió y fracasó este modelo. Recomiendo leer “Por qué fracasan los países” escrito por Acemoglu (del MIT) y Robinson (de Harvard).
Existe un problema adicional y largamente explicado: la plata no alcanza, su reforma tributaria es insuficiente para el descomunal tamaño de sus promesas y además quiere hacerla, en buena medida, con altos impuestos al sector privado que llegarán al punto de frenar el crecimiento de las empresas y desincentivar la inversión.
El crecimiento de una compañía está definido, en buena medida, por las reinversiones que se hacen y la rentabilidad sobre estas reinversiones. Dentro del plan de gobierno está esta afirmación: A pagar por dividendos: los dividendos pagarán impuestos, será obligatorio decretarlos, al menos en un porcentaje cercano al 70%. Obligar a un empresario a esto es condenar a la ruina a muchos negocios, con la consecuente e inevitable pérdida de empleo. Teniendo la opción de elegir ¿quién querrá invertir en Colombia?
Podría profundizar en otros aspectos pero, como dije al principio, estoy agotado del tema. Además, grandes profesionales ya han tratado en detalle estos asuntos.
Afortunadamente esta campaña llegó a su fin. ¡Qué cansancio!
Volverá el momento de escribir con esperanza y con amor sobre los diversos temas que me apasionan.