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Mateo Grisales

La victoria de Quintero

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Aunque finalmente -y por fortuna- la revocatoria a su mandato no surtió trámite, el espectáculo que presenciamos a causa de la decisión de la Procuraduría de suspender a Daniel Quintero por la evidente participación en política electoral fue una pequeña muestra de lo que hubiese pasado si el fallido y torpe proceso revocatorio hubiese tenido algún rumbo. Se ha despertado un animal político que, sin duda alguna, marcará el debate de la próxima década en Colombia.

Dado que la revocatoria, como escenario ideal para que Quintero y su equipo armaran el show que necesitaban para convertirse en una figura nacional, no se dio, se les apareció el milagro del lugar menos esperado: una decisión de la Procuraduría en medio del acalorado debate electoral. No discuto la legalidad, legitimidad y/o necesidad ética de esta decisión, pero sí es claro que es una decisión políticamente torpe y, lejos del sentimiento triunfalista de sus contradictores, el mayor beneficiado fue, paradójicamente, el mismo Quintero.

Que lo haya suspendido una procuradora cercana al Uribismo, en plena época electoral y que la razón sea la abierta campaña que él y su equipo le hacen a Gustavo Petro es el mejor cóctel para llevar a cabo su verdadero plan: ser el siguiente en lista para ser el candidato de la izquierda a la presidencia en el 2026. Quintero ya ganó. El Petrismo sabe que fue él quien se “inmoló” para contribuir a la campaña de la Colombia Humana y, gracias a eso, hoy es una figura nacional que ocupa titulares en todos los medios de comunicación y divide la opinión en quienes lo apoyan y quienes cuestionamos sus actuaciones. Quintero sabe que, gane o pierda Gustavo Petro, el siguiente en la lista para tomar las banderas del Petrismo en las próximas elecciones nacionales es él.

Quintero ha demostrado que es un político peligrosamente hábil. Ha sido capaz de construir y comunicar una narrativa coherente, ejecutar una estrategia milimétricamente pensada y mover a un equipo consolidado alrededor de él que le sirve, no sólo de comité de aplausos, sino también de fichas tácticas en lugares estratégicos. En pocos días hemos visto entrevistas, titulares, encuentro con influenciadores y políticos, eventos masivos, actos simbólicos, pronunciamientos de personajes y colectivos de relevancia nacional y un discurso cuidadosamente pensado para que redunde en mensajes claves de manera coherente. Pocos políticos en Colombia han edificado una estructura política que se mueva tan ágilmente como la que él ha construido.

A quienes nos produce náuseas sus mentiras, tergiversaciones y maneras de actuar tendremos que aceptar que con esto él está logrando ganar la partida. Quienes de manera torpe están felices porque la ciudad tendrá un alcalde que durará unas cuantas semanas no están visualizando que el terreno de esta batalla es más grande que las pequeñas y falsas victorias que celebran.

Creo que la ciudad debe entrar en una conversación sobre el futuro más allá de Quintero. En año y medio que le queda de mandato, él seguirá utilizando la Alcaldía de Medellín como su balcón -literal y metafóricamente- para seguir pavimentando su carrera a la Presidencia de Colombia. Las investigaciones fiscales y legales que cursan en su contra gracias al trabajo juicioso de políticos, periodistas y veedurías darán fruto en el futuro, pero no serán estas la talanquera necesaria para frenar, en la actualidad, la nefasta administración que hace de la ciudad.

Después del 2022 Quintero se olvidará de Medellín, se radicará en Bogotá y buscará cumplir su cometido de la Presidencia. Quienes seguiremos construyendo la ciudad que adolecemos y soñamos tenemos que dejar a un lado las energías combativas en una pelea que ya no tiene cometido y concentrarnos en pensar un futuro para la ciudad donde gobernar con la mentira, la división, la improvisación y la mezquindad no tengan cabida. Quintero ya ganó, pero, como los ejércitos invasores, surcará otras tierras mientras deja una estela de destrucción a su paso. Nos toca a nosotros reconstruir el futuro del perdido presente.

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