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Manuela Restrepo

A mi hija

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"Aquellos que hoy se sienten asustados por la decisión de despenalizar el aborto no saben que este siempre es traumático para la mujer. Porque hija, nadie quiere someterse a un aborto."

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Hija,

A tus apenas tres años te ha tocado ser testigo, sin ni siquiera enterarte, de eventos que seguro estudiarás en tus clases de historia dentro de unos años. 

Estás creciendo en una época cuando menos turbulenta, en la que no tenemos muy claras las fronteras entre el bien y el mal, donde son el odio, la discriminación y el miedo por lo diferente los que mueven la mayoría de decisiones que controlan el mundo. Esta, tu época, es la de la sobreinformación, la de la hiperconectividad, la del aislamiento, la soledad y las enfermedades mentales. 

Pero también, hijita, es la época en la que, por lo menos a algunos, se nos permite hablar, sentir y luchar por las causas que nos parecen justas. Es un momento histórico no solo por lo sombrío, sino también por la posibilidad que hoy tenemos de, como colectivo, enfrentar las estructuras tradicionales y cambiar eso que creemos que vulnera nuestros derechos. 

Desde hace varios años, un grupo de mujeres valientes en este —tu país—, se ha tomado las banderas de defender nuestro cuerpo femenino y el cuerpo de las personas que podemos gestar. Una defensa de tu cuerpo y del mío para que como directoras de nuestra propia vida podamos tomar las decisiones que nos competen sobre él. Estas mujeres se han manifestado, han escrito, han gritado nuestra necesidad de que nos devuelvan el control de nuestros cuerpos pudiendo decidir sobre nuestra propia maternidad, y esta semana, después de muchísimos esfuerzos, caídas y levantadas, se logró la despenalización del aborto hasta las 24 semanas de gestación. 

Esta lucha que ha sido de todo menos sencilla nos ha puesto a discutir sobre el sentido de la vida y la responsabilidad que, como personas, tenemos al traer una nueva al mundo. Vimos muchas mujeres mostrando sus vientres embarazados en señal de protesta por la decisión, mujeres que, desde el privilegio que les dan sus niñeras, su estabilidad económica y su medicina prepagada, se les vuelve imposible empatizar con la realidad de tantas otras, opuesta por completo a la suya. Vimos hombres que desde su incapacidad de gestar le llaman al aborto un homicidio, siendo ellos mismos los que después apoyan el libre uso de las armas. Vimos sacerdotes opinando desde sus sotanas y sus votos de castidad y vimos tantos otros y otras llamando a las mujeres que deciden o decidirán abortar, asesinas, desalmadas, irresponsables.

De lo que no fueron conscientes ellos es de que la persona gestante que ha querido abortar, aún cuando el aborto era un delito, lo ha hecho. Que la decisión de maternar es tan radical y la postura determinada frente a no hacerlo puede llegar a ser tan contundente, que miles de mujeres prefieren poner en riesgo su vida y su libertad antes que traer un hijo al mundo, y que la penalización del aborto afecta sobre todo a aquellas mujeres pobres que no pueden pagar por un aborto seguro. 

Porque un hijo puede ser sumamente deseado y amado, pero también puede ser el fruto de una agresión sexual, de un anticonceptivo que no funcionó o de una decisión mal tomada. Y así como el primero puede llenarte de felicidad, el segundo puede ser un castigo, una desdicha, un infortunio, y nadie tendría que llegar al mundo con estas características por delante. Porque un hijo será deseado o no será. 

Aquellos que hoy se sienten asustados por la decisión de despenalizar el aborto no saben que este siempre es traumático para la mujer. Porque hija, nadie quiere someterse a un aborto. Nadie lo quiere tomar como método anticonceptivo como dicen varios, nadie quiere adentrarse en la experiencia de que su cuerpo sea intervenido y aguantar dolores, médicos, cirugías, sangrados abundantes, miradas juzgadoras, explicaciones incómodas. Nadie quiere tener que pasar por semejante vivencia. El aborto siempre es la última de las posibilidades, es la salida final a una situación extrema, es la decisión a la que no nos queremos ver enfrentadas. 

Por eso, haré todo lo que esté en mis manos para brindarte una educación sexual adecuada, buscaré que tu desarrollo se lleve en tal libertad que tengas la capacidad de tomar decisiones con sentido crítico y responsable. Intentaré que siempre tengas acceso a métodos seguros de planificación, trabajaré porque vivamos en una realidad libre de abusos sexuales y esperaré que el día que decidas concebir, si así lo quisieras, seas una decisión desde el amor y la responsabilidad para que nunca tengas que enfrentarte ante tal opción. Pero si, por situaciones que se nos escapan de nuestro control, por desventura del destino, tuvieras una concepción no deseada, agradeceremos juntas a las mujeres que lucharon por nuestro derecho a elegir y te acompañaré de mi mano a practicarte un aborto seguro, legal y lo menos traumático posible, porque hoy hija, por lo menos podemos decidir. 

Te quiere, tu mamá. 

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