La hora del almuerzo en Antioquia probablemente ha ideado más negocios que muchas de las extensas jornadas de “planeación estratégica”. Toda la teoría y la factibilidad de un nuevo movimiento empresarial se ha condensado en diversas ocasiones en una servilleta. La conversación entre platos, y quizá un trago para alivianar el cuerpo, ha resultado clave para estructurar proyectos de gran envergadura para el departamento. Hace 50 años, por cuenta de una crisis política, económica y empresarial, Santiago Mejía Olarte y Ricardo Ángel Villa organizaron el almuerzo que representaría el nacimiento de Proantioquia.
Generalmente, la entrada temática en los almuerzos de negocios es la política. En aquel entonces, la necesidad de “armar el almuerzo” fue producto de varios elementos que se sumaban con preocupación: por un lado, el recorte presupuestal que efectuó el gobierno de Alfonso López Michelsen a Antioquia y que dejaba sin recursos la infraestructura del departamento; por el otro, la pérdida de representación política en la ANDI que se venía agravando desde 1970; y finalmente, las tomas hostiles que emprendían grupos económicos (como el Grancolombiano) sobre empresas de la región.
Desde entonces y hasta hoy, Proantioquia ha jugado un rol importante en proyectos como la Autopista Medellín-Bogotá, el aeropuerto José María Córdova, el Parque Explora, Ruta N, las autopistas 4G, entre muchos otros proyectos. La verdad es que esta institución debe ser un motivo de orgullo para todos en Antioquia.
Hace unos días, su principal líder, María Bibiana Botero, anunciaba su renuncia a la presidencia de la institución. La pregunta que ronda en muchos almuerzos de negocios es ¿y quién liderará ahora? La pregunta, creo, debería reformularse por: ¿quién debe liderar ahora? El verbo transitivo aquí es importante porque, al igual que hace 50 años, ahora, con otras causas, pero con igual preocupación, Antioquia navega una crisis.
La muestra más evidente la trajo consigo la anterior administración de Medellín, que dedicó buena parte de su energía a atacar al empresariado antioqueño. Lo peor fue que logró hacer daño. A esto hay que sumarle la tensa, por no decir malograda relación con el Gobierno Nacional, que ha cerrado la llave a proyectos sociales y de infraestructura en el departamento, obligando a la Alcaldía y a la Gobernación a “adueñarse” de esos problemas. Y que decidió no asistir al aniversario de la fundación, algo impensable en el pasado.
Ejemplos como estos dejan ver que, quien llegue a liderar a Proantioquia, además de conservar y fortalecer el importante legado que han dejado sus predecesores, deberá tener la capacidad para incidir en este tipo de situaciones y buscar que el tejido empresarial no tambalee ante gobernantes oportunistas que, por medio de la mala política, buscan afectar a la región. Es decir, quien tome las riendas deberá saber moverse con soltura entre los mundos empresarial, social y académico. Pero también en el político.
No olvidemos que lo empresarial es económico y lo económico es político. Eso es innegable. Las decisiones en estos ámbitos están intrínsecamente ligadas. Tal vez (o tal vez no) ese era el espíritu detrás del acertado mensaje que dejó Jorge Mario Velásquez durante la conmemoración de los 50 años de la fundación, al invitar a los empresarios y líderes en Antioquia a involucrarse “activa y democráticamente en el debate público, en defensa de la democracia liberal que Proantioquia ha defendido por décadas. No estamos en tiempos para dubitación”. Esto me lleva a pensar que el nuevo liderazgo de la institución tendrá un rol más activo en el debate público y la visión política para defender la armonía necesaria entre estos universos, pues la moderación como estrategia parece haberse agotado.
A María Bibiana todo el reconocimiento por una gestión excepcional, que llevó a Proantioquia a un nuevo nivel. Y a quien tome las riendas le deseo el mayor de los éxitos, pensando que, desde ya, le esperan muchos almuerzos de negocios.
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