Extravagantemente pobres

Estamos en crisis. Así lo repite el presidente Petro en prácticamente todas sus alocuciones, haciendo referencia a la emergencia sanitaria, económica y social que atraviesa el país. Sin embargo, posiblemente la crisis más grave que enfrenta Colombia sea la gestión misma de su gobierno.

Petro ha insistido reiteradamente en buscar recursos adicionales por todos los medios para cumplir su agenda política y atender los problemas cotidianos de su administración. A pesar de estos esfuerzos, los recursos siguen siendo escasos y claramente insuficientes para cubrir su ambiciosa agenda social.

Desde finales del año pasado ya era evidente que el presupuesto gubernamental estaba muy por encima de lo viable económicamente, considerando el recaudo fiscal actual. En este contexto, la más reciente estrategia del presidente para incrementar los recursos ha sido la controvertida propuesta de declarar emergencia económica, justificada por el brote de fiebre amarilla, por el cual ya ha declarado previamente una emergencia sanitaria.

Aunque el gobierno argumenta la necesidad urgente de financiar campañas de vacunación y fortalecer el sistema de salud frente a la crisis sanitaria, expertos advierten que esta emergencia económica podría ser simplemente una maniobra para obtener recursos adicionales sin pasar por el Congreso, utilizando únicamente decretos ejecutivos.

Durante lo corrido del año, el presidente ha intentado diversas estrategias: emergencias declaradas, adelanto de recursos garantizados por impuestos futuros, propuestas de nuevos impuestos o ajustes a los existentes, e incluso confrontaciones públicas con el Banco de la República, acusándolo de obstaculizar el crecimiento económico por no reducir las tasas de interés, y debilitando la confianza de los colombianos hacia esta institución.

Las acciones y declaraciones del presidente evidencian que está agotando todas las vías posibles para obtener recursos inmediatos, sin importar que, a solo un año del final de su mandato, pueda dejar las finanzas públicas seriamente comprometidas y deteriorar aún más las condiciones de vida de los colombianos.

Su agenda personal, el deseo constante de protagonismo y su insistencia en criticar las instituciones democráticas lo están convirtiendo en un peligro real no solo en términos económicos y de inversión, sino también en lo que respecta a la confianza ciudadana y a la gobernabilidad, sumado a otros factores externos que perjudican la competitividad y el crecimiento nacional.

El gobierno Petro sigue perdiendo credibilidad día tras día, contradiciendo constantemente las promesas realizadas durante su campaña electoral. En lugar de ser la solución prometida, cada acción confirma que está repitiendo—y empeorando—los mismos errores y abusos de poder que anteriormente criticaba desde Twitter, dándose cuenta ahora, desde la posición que tanto anheló, que gobernar un país no es fácil y que los problemas no se resuelven con propuestas populistas.

Afortunadamente, existe un Congreso que en ocasiones se opone a las pretensiones presidenciales; desafortunadamente, también hay un Congreso que no siempre tiene el valor de apoyar lo que verdaderamente beneficia al país. Bajo este gobierno, parece improbable que Colombia vea progreso real en inversión, políticas sociales efectivas o instituciones sólidas. El bienestar nacional no se construye mediante endeudamiento acelerado ni cobrando impuestos anticipados sobre una riqueza que aún no se ha generado y que no es seguro que algún día se genere.

Cuando se grava excesivamente a los pobres, estos no tienen cómo pagar, perpetuando así el círculo vicioso de la pobreza. Hoy más que nunca, la gestión del presidente Petro representa un grave riesgo para el futuro inmediato del país, impulsando políticas extractivas que no promueven desarrollo, sino únicamente costos para la población, sin beneficios claros.

Pensar en un presidente que prioriza más sus intereses que el bienestar futuro del país y el buen desempeño de sus funciones nos hace reflexionar sobre la verdadera crisis, que no solo es ministerial ni sanitaria, sino también política. La pregunta clave es: ¿continuaremos repitiendo nuestra historia? ¿Seguiremos perpetuando un país vulnerable por falta de conocimiento sobre quién es idóneo para gobernarnos? Quizás este sea nuestro presente, pero siempre tendremos la oportunidad de construir un futuro mejor.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/

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