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El historiador Suetonio (70d.c-126d.c) nos cuenta las últimas palabras del Emperador Augusto en su lecho de muerte: “Acta est fabula, plaudite!», es decir, “La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!”. Octavio Augusto, Octaviano, el primer emperador, sentó las bases para el Imperio Romano al acabar con las violentas y recurrentes guerras civiles (Pax romana o Pax augusta); poner en marcha una burocracia eficiente y estable; crecer al sur, oriente y occidente y asegurar la volátil frontera norte; construir carreteras, acueductos y grandes monumentos y apoyar diferentes expresiones culturales, -La Eneida contó con su respaldo -. Con el tiempo, su nombre se convirtió en sinónimo de respetable, honorable, venerable, eminente, magnífico y majestuoso (RAE).
La política siempre ha tenido mucho de puesta en escena y de montaje teatral. La búsqueda y el ejercicio del poder van de la mano del histrionismo, los símbolos y las máscaras. Recordemos a Adolfo Hitler, luego de salir de la cárcel y años antes de llegar al poder, encerrado en el estudio del fotógrafo Heinrich Hoffmann practicando poses, miradas y gestos de Canciller. Los discursos de Churchill no solo eran poderosos por su claridad y por la precisión de sus palabras, también porque eran pronunciados ante la Cámara de los Comunes o por la radio con una cadencia lenta, sostenida y articulada que transmitía confianza, optimismo y compromiso en medio del miedo y el dolor. Sus fotos desplegando la V de la victoria fueron motores de la resistencia, la resiliencia y, finalmente, del triunfo. Fidel Castro era un “showman” y una fuerza de la naturaleza cuando de discursos y actuaciones se trataba: recuerden su pose con la paloma blanca sobre su hombro el 8 de enero de 1959, día del ingreso triunfal a la Habana. Ronald Reagan, actor de cine y gran comunicador, desarrolló su mejor papel al frente de EE.UU. en un momento crucial de la Guerra Fría. Encarnó un sheriff decidido y valiente que enfrentaba al “imperio del mal” (frase acuñada por su redactor de discursos Anthony R. Dolan y posicionada por Reagan en sus discursos). Y qué decir del manipulado y siempre presente Libertador que con 22 años se echó el Juramento de Monte Sacro cual si fuera un héroe homérico tentando a los dioses. Pura épica.
Y claro, la política es una competencia por la atención, el apoyo y la movilización, sea en las urnas, en los medios o en las calles, y por ende, los líderes despliegan todo un arsenal de estrategias para lograr esos fines y posicionarse frente a los acontecimientos y en la historia. Pero la política no es solo eso. Los políticos y líderes que impactan y transforman entienden que los roles, los montajes teatrales y los discursos tienen que ir acompañados por proyectos diseñados, discutidos y ejecutados con disciplina, precisión, esfuerzo y compromiso. Algunos de esos proyectos son virtuosos y heroicos y otros demenciales y criminales, pero no son solo fachada.
Vivimos, no obstante, en un época en la que la apariencia, el espectáculo y el titular bastan para posicionar y movilizar. En la competencia por llamar la atención, en un universo comunicacional infinito, veloz y curado por algoritmos que nos aprietan los botones precisos para asegurar el golpe de dopamina, la política ha abandonado el dato, el análisis, el proyecto y la búsqueda de soluciones. Obviamente triunfan los políticos que no estudian ni profundizan ni administran porque todo eso toma tiempo y exige concentración, silencio y seguimiento detrás de cámaras. Desaparecer, así sea por unas horas, con el objetivo de avanzar en la solución de un problema no es una opción para el político espectáculo. Hay que figurar aunque nada de lo que se diga sea verdadero, viable, posible o si quiera deseable.
Ocurre un accidente aéreo sobre Washington D.C y minutos después el Presidente Trump y sus voceros señalan a la política de diversidad, equidad e inclusión (DEI) como la responsable de la tragedia. Sin investigación, sin sustento alguno y con toda la mala leche posible (mientras las familias de las víctimas se enteraban de lo ocurrido), pero hay que copar los titulares y seguir atacando a los enemigos. Infame y delirante. El fin de semana pasado, en desarrollo de lo que se conoce popularmente como “los domingos twitteros”, el Presidente Petro publicó un mapa de la zona de Tibú en el Catatumbo con la presunta posición de un campamento o de una unidad del ELN. Nadie entendió bien porqué el Presidente compartía el mapa con esa información sensible y probablemente secreta. Aunque luego lo borró, muchos recordamos los trinos del otro domingo a las 3 de la mañana cuando el Presidente pasó de anunciar una recepción con flores de compatriotas deportados a prohibir la entrada de dos aviones y desatar así una crisis diplomática. Sin proceso ni proyecto ni claridad sobre el curso a seguir, pero logrando titulares, debate y aplausos de las barras.
A diferencia de Augusto, los políticos actuales no van a esperar hasta el último momento para pedir aplausos. Para ellos el reconocimiento no es el final de la obra, es la obra misma. Existen porque figuran. Las personas y sus problemas o el proyecto de sociedad imaginado no tienen un espacio en sus agendas, porque no hay ni tiempo ni atención suficiente para entender el fondo de los asuntos o para transformar realidades. Esta comedia apenas está empezando y no pinta nada bien.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-londono/