¿Y el otro tiene zapatos?

¿Y el otro tiene zapatos?

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Durante la pandemia parecíamos loritos aburridos: de esta salimos mejores personas. Lo que me gusta de la frase es que implica que no éramos buenas, o por lo menos no tanto, y lo sabíamos. Era un deseo colectivo que fracasó pronto.

Hemos creado un mundo individualista, y cuando no nos gusta, apagamos la pantalla. Porque lo malo les pasa a otros, nunca a mí que hice un tablero de sueños y manifiesto todos los días una vida increíble. El universo está de mi parte. Dios está conmigo.

La verdad es que dejarle a Dios tanta responsabilidad individual me parece ya un acto egoísta: que me eche una mano en el examen, cuando debería estar ayudando, digamos, a las personas que están sufriendo en el Catatumbo. Pero menos mal los tiempos de Dios son perfectos y la clave es ayúdate que yo te ayudaré.

Y ahí es donde no nos ayudamos.

El ejemplo más reciente es lo que pasa con los migrantes. Sin revisar sus antecedentes, ya los llaman criminales. Devuelvan a esos criminales. O te encuentras comentarios tipo “qué hacen los hijos de inmigrantes ilegales en las escuelas?// Corrijo el titular: Las familias ilegales sacan a los niños de las escuelas por miedo a las redadas en Nueva York”. Y esos no son los peores comentarios. Que todo lo que les pasa se lo merecen, básicamente.

Juzgar es muy fácil detrás de una pantalla. Pero que no se nos olvide que hay diferencias entre cometer un delito y una irregularidad. No es correcto decir migrantes ilegales.

Lo que me sorprende —o duele es más preciso— es lo poco que nos conmovemos con el dolor de otros. No nos hacemos preguntas sobre por qué alguien decide dejar su casa, su familia y su país para irse a otro, donde posiblemente no tiene ni casa ni familia, quizá no hable el idioma y, muy probablemente en estos tiempos, no será bien recibido.

Migrar no es fácil, incluso cuando uno lo hace con todos los papeles y en las mejores condiciones: hay algo que siempre falta, y se extraña hasta al panadero de la esquina. Está en un poema de Laura Andrea Garzón, de su libro pan piedra: “Y la verdad es que nunca me había preguntado cómo se llama un pan blandito en otra parte, si acaso existe, si se come, cómo se come”. Hay preguntas que solo aparecen cuando se está lejos.

Ah, pero para qué se fueron.

Hay gente que migra no porque quiere, sino porque le toca, porque no encuentra otra salida, porque su vida está en peligro. Hay muchos que viven con la incertidumbre de no saber si volverán, y eso debe sentirse como una quemadura.

Lo cierto es que el ser humano está migrando desde que surgió como especie. Lo escribió así el escritor Ignacio Piedrahíta en un texto de la Revista Generación en junio de 2023: “Al igual que sus antecesores o linajes paralelos, salió de África buscando tierras incógnitas. Se cree que hace 100.000 años el Homo sapiens ya había cruzado las fronteras del continente hacia Medio Oriente. Y en diferentes oleadas fue poblando Asia, Europa y Oceanía. A pesar de que ya había por ahí otros homínidos, como los Neandertales, y unos cuantos descendientes del Homo erectus, el mundo era bastante inexplorado. No había fronteras y el horizonte llamaba a seguir adelante desde todos los puntos cardinales”.

Pero otra vez, juzgar es más fácil. Eso les pasa por pendejos.

Porque nos gusta el reduccionismo, no mirar el contexto, no abrir nuestra mente, preocuparnos por entender. Viva la ignorancia. También en el texto de Ignacio dice: “El ser humano tiende a moverse, el desplazamiento está en sus genes. Alejarse de lo ya conocido con la esperanza de expandirse, crecer. Y, en otro lugar, echar raíces y florecer”.

Eso es lo que queremos todos: una vida posible. Pero mi vida, ante todo. Qué van a importarme los demás.

Por eso casi todo lo que no vaya con nosotros está mal.

Y si no nos conviene, o no lo entendemos, o lo podemos clasificar como izquierdoso o fascista, neguémoslo. Y ahí traigo el otro ejemplo de lo egoístas que somos como sociedad, y que se nos ha ido olvidando, pero que deberíamos enmarcar para que dejemos de ser irresponsables. Lo que dijo Néstor Morales, director de la franja de noticias de la mañana de Blu Radio, el 14 de enero: “¿Usted podría jurar, asegurar, que esas personas encontradas en La Escombrera no fueron enterradas ahí por sus familiares?”.

Leer Negarlo todo: https://noapto.co/negarlo-todo/

No solo es irresponsable, no solo está protegiendo los intereses de poderes políticos, sino que está siendo mezquino con el dolor y la tragedia de otro en un país como Colombia donde las víctimas son tus vecinos. Tremendo ejemplo de cómo las cosas malas les pasan a los demás, mientras a mí no se me despeina ni el copete. Nada de pedir perdón, aunque ya haya hallazgos en La Escombrera que le tumben su falta de rigor y de empatía: la semana pasada las autoridades aseguraron que los cuerpos hallados presentan tiros de gracia y son víctimas de desaparición entre 2002 y 2003, y esta semana que una de las víctimas era una joven de 20 años, coordinadora de un grupo juvenil deportivo, y el otro un vendedor ambulante de 28 años, discapacitado. Los dos fueron asesinados, enterrados y ocultados en La Escombrera, informó El Colombiano.

Leer: Los que padecen la historia https://noapto.co/los-que-padecen-la-historia/

Vivimos en un mundo en el que no podemos ponernos en los zapatos del otro porque no sabemos ni nos interesa si el otro tiene zapatos.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/

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