Alfabetas en precariedad

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Recortes en el presupuesto, rumores de menores recursos para educación, paros en las universidades públicas y un silencio desestabilizador frente al futuro de la educación superior estatal. Este es el panorama de la educación pública en Colombia, que una vez más se enfrenta a su eterna precariedad.

En el último mes, Medellín ha presenciado el silencio del Estado frente a la grave situación de financiación de la educación pública. La UdeA, atrapada en la incertidumbre, funciona con los pocos recursos que puede conseguir, mientras los estudiantes y docentes navegan entre preguntas sin respuesta y un futuro que parece cada vez más incierto.

La educación pública en Colombia siempre ha mostrado las cicatrices de la desidia estatal. Padres de niños que apenas empiezan su vida académica expresan su desdén por los colegios públicos. No se trata solo de las diferencias evidentes con los colegios privados, sino de la falta de infraestructura, materiales de calidad y una apuesta seria por la formación de las nuevas generaciones.

Los colegios públicos suelen estar en mal estado, con historias de maestros mal pagados que buscan mejores condiciones en el sector privado. Las universidades públicas, por su parte, ofrecen cupos contados, pocos recursos para enseñar y limitaciones que parecen insalvables. Mientras tanto, miles de jóvenes sueñan con una educación superior que, para muchos, es una utopía.

La educación, tanto secundaria como universitaria, ofrece una retribución a largo plazo. Sin embargo, en los últimos años, para un joven universitario ha sido un dilema conseguir un empleo digno con un salario atractivo. Sin educación, las probabilidades de salir adelante son mínimas, pero con ella, el camino tampoco parece sencillo.

La pregunta sigue en el aire: ¿cómo sacar a la educación pública de esta crisis? ¿Es realmente Colombia un país pobre incapaz de financiar su sistema educativo? ¿O el problema está en un gobierno que prioriza mal y deja de lado lo esencial, traicionando la confianza de los ciudadanos que lo eligieron?

Siempre habrá dos opciones: financiación estatal o privada. Pero la brecha entre ambas crece cada vez más, especialmente en la educación media. Aquellos que lograron acceder a la educación superior de calidad tienen una ventaja clara: mejores oportunidades, una formación más sólida y algo tan elemental como terminar sus estudios en el tiempo estipulado, sin los retrasos que son la norma en el sistema público.

Más allá de las promesas políticas y los programas de gobierno que suenan bien en el papel, la realidad es otra. En el gobierno de Petro, los recortes han golpeado la financiación y detenido cualquier intento real de crecimiento. Cambian las caras, pero no las condiciones. La misma silla incómoda que usaba el estudiante que soñaba con aprender es la que usa ahora ese egresado que regresa como docente, enfrentando las mismas carencias que vivió como estudiante.

La educación pública en Colombia no necesita discursos ni excusas. Necesita acción, compromiso y una inversión real que transforme las bases de un sistema que lleva décadas mostrando su fragilidad. Lo que está en juego no es solo el futuro de las universidades, sino el del país entero. ¿Realmente todo cambia para que nada cambie? O ¿algún día podremos ver una educación pública de calidad y sin miserias?

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/

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