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¿Qué es el fútbol sino una apuesta?

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Fútbol de las ocho de la mañana a las ocho de la noche todos los días. El encuentro de la Copa América y la Eurocopa representa casi dos meses de júbilo para cualquier fanático del balompié. Pero la fiesta no se limita a los fanáticos; se extiende a las casas de apuestas, que verán dos meses de no solo la alegría del deporte más hermoso del mundo, sino a ganancias locas gracias a él.

La explosión en el crecimiento de las apuestas deportivas por internet desde su regulación en 2016 ha sido impresionante. Tanto la liga de fútbol profesional como nuestra selección masculina de mayores tienen casas de apuestas como patrocinadores principales. La lista es aún más larga: el nombre de la copa de la liga de fútbol también viene de una casa de apuestas, el patrocinador principal del Atlético Nacional lo es también. Es más, entre los diez equipos más grandes del Fútbol Profesional Colombiano, siete tienen a alguna casa de apuestas como patrocinador principal. La Liga Postobón, las camisetas de Águila y las marcas de la FLA han desaparecido. El mundo del mercadeo futbolístico le pertenece a una sola industria: las apuestas deportivas. En 2019, apostábamos unos 5 billones de pesos. Para 2023, ese número ya era 34 billones.

Las apuestas son antiguas, y de cierta manera, para mí, caen en una categoría parecida a la prostitución y a las drogas cuando hablamos de su lugar en nuestra sociedad y la actitud que debería tener el gobierno frente a ellas. Esto, porque las apuestas (como las drogas y la prostitución), son tan antiguas como el tiempo y, haga lo que haga el gobierno, existirán. Pero es difícil ignorar que, sobre todo las apuestas deportivas, estan creciendo a un nivel descomunal que dominan los espacios publicitarios en cualquier escenario deportivo, y cada vez están siendo más agresivos con sus bonos de primeras apuestas para traer más y más clientes. Algo que no pasa con el antiguo sector de los casinos tradicionales.

Las apuestas deportivas, de cierta forma, se han diferenciado de los juegos de puro azar de los casinos, ya que —algunos han argumentado— tienen un componente de habilidad que no tienen ni la ruleta ni las tragaperras. No son juegos de mera suerte. Contrario a los casinos, la casa no siempre tiene por qué ganar si yo conozco suficiente de fútbol. Además, pueden ser divertidas. Ayudan a los aficionados a engancharse hasta con los partidos más aburridos. Todos estos son atributos que contribuyen a construir una adicción fuerte en los usuarios. Si pierden, es por su propia culpa, no la de la apuesta. Fue falta de habilidad, conocimiento o mala suerte. La próxima vez ganarán.

La realidad es que las apuestas deportivas están erosionando la capacidad de los fanáticos de disfrutar partidos sin apostar y generan síntomas de adicción parecidos a los de la nicotina. Se ha encontrado que la exposición continua a anuncios de apuestas tiene una correlación con la ludopatía y cada día las casas de apuestas desarrollan y lanzan más alternativas y formas de apostar en un solo partido. Cuando antes solo era adivinar el ganador, el resultado o quizás hasta quién hacía el gol, ya se pueden hacer “microapuestas” por cuál será la próxima patada de balón parado, cuantas amarillas habrá para medio tiempo, o cuántos tiros de esquina habrán. Es un fenómeno explosivo que está destruyendo la salud financiera de la cohorte que menos la goza: los jóvenes.

Mi tesis es que en Colombia se tienen que regular e imponer limitaciones en las casas de apuestas en línea. A pesar de que el país tributa este sector fuertemente y usa los impuestos para el sistema de salud, me parece que no es un argumento suficiente para criar una generación de ludópatas que, en todo momento, sufren de una enfermedad financiera por una adicción a las apuestas. Debería ser un negocio hiperregulado, con montos límites por usuario, y con solo un par de apuestas posibles por partido (y ojalá por día). Nuestra sociedad debería presionar para que apostar sea lo menos emocionante posible. El diseño de un sistema no debe estar pensado para sus usuarios normales. No está pensado para aquellos que hacen pollas con sus amigos cada vez que hay un gran torneo, o apuestan en uno que otro partido por divertirse. El diseño de un sistema se enfoca en sus abusadores: aquellas personas que lo pueden perder todo si no hay algún tipo de control.

Aunque los peores adictos siempre podrán ir a la calle y a la informalidad a deleitarse en las casas negras de apuestas sin límites, pienso que esto no le quita la responsibilidad al gobierno de no poner esa misma capacidad en el celular de todos. Debería ser difícil volverse un adicto a las apuestas. En este momento es fácil: el bombardeo constante de publicidad, la facilidad de apostar desde cualquier parte y los bonos de primeras apuestas, sacan un ludópata de cualquiera.

Gocemos de nuestras pollas mundialeras. Celebremos apuestas con amigos sobre quién va a ganar cuando alguien está diciendo locuras (como que el Real Madrid no se va a ganar la Champions). Hasta apostemos en línea en algún partido que nos levante interés y creamos saber quién va a ganar. Pero no tengamos plataformas que permean el deporte al punto que parece no existir el fútbol sin las apuestas. No dejemos que se vuelva imposible disfrutar un partido sin querer predecir cuántas tarjetas amarillas habrá o cuántos disparos al arco tendrá un jugador. Me parece bien que regulemos el sector, que se permitan las apuestas en el país. Pero no así, no sin pensar en las consecuencias de tener un producto adictivo llegar a las manos de todos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-gaviria/

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