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La vida siempre está llena de conversaciones pendientes, de charlas complicadas, de enredos que solo la verbalidad puede solucionar. Hace poco me enfrenté a una de ellas, de esas que no son discutibles por mensaje de texto, ni por llamada, ni por nada que no sea mediado de frente y con un café en la mesa.
Dependiendo de la magnitud de la conversación, la orden del café cambia totalmente. Ese día me pedí una prensa francesa que alcanzaba para dos tazas, la otra persona hizo lo mismo. En total, cuatro pocillos nos acompañaron en el necesario enfrentamiento. De lo anterior me di cuenta que la velocidad de tomarlo cambiaba dependiendo de si se tornaba triste la situación, o de si se llegaba a una pronta respuesta. El café, como muchas otras cosas en la vida, es la excusa para navegar cualquier relación interpersonal.
Puede ser muy distinto en otras ciudades, tal vez países, pero en Medellín no está tan de moda eso de solucionar la vida con un cosmopolitan en la mano. Con el trago se celebra y se suelta, pero con el café se llegan a puntos medios, se discute, se concilia; es un momento comprometedor pero no tanto, porque es fácil beberlo rápido y huir, porque no te toma toda la noche, es un espacio que se mueve a la velocidad que uno desee.
En el terreno de las citas sucede lo mismo, el tinto se vuelve la medida de un encuentro casual, de lo que puede salir tanto muy bien, como terriblemente mal. En un restaurante es más complicado huir frente al disgusto, o alargar más allá de la comida cuando la realidad supera las expectativas. Esto no sucede en los cafés, allí cualquier encuentro de la vida puede contar con diversas medidas.
Las tazas se acumulan, porque la mesa siempre es la excusa perfecta para enfrentarse cara a cara con alguien, para construir o destruir cualquier vínculo humano.
Quisiese darle menos trascendencia el ir a Pergamino o a Urbania con alguien, pero esa aparente sensación de informalidad que presenta un encuentro en aquellos lugares es también una forma de crear intimidad. La intimidad de saber que hay palabras que saldrán y que detrás de la taza se esconden las expectativas, los sentimientos y la confusión o claridad de alguien.
Esa claridad de que llegas para expresar algo, para comunicar algo ya analizado, a lo que puede que le hayas dado muchas vueltas o no. La vida se forma a través de pequeños rituales que pueden ser leídos entre líneas, entre esos, la pequeña intimidad de invitar a alguien a tomarse tu método favorito de café y alargar las tazas de la misma forma en la que se alarga la vida misma.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/