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El poder de discernir: Tamara Rasamny, una estudiante en el Campamento de Solidaridad con Gaza

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“Dissent is a powerful tool against oppression.”

-Ai Weiwei

Al leer sobre el Apartheid en Sudáfrica siento indignación y repudio. Me asombra especialmente que ese sistema haya sido legal por cuarenta y cuatro años, de 1948 a 1992. Hoy todos celebramos su caída y usamos frases del líder Nelson Mandela, quien estuvo veintisiete años en prisión y luego, al salir, se convirtió en el primer presidente negro de ese país. Pero ¿cuántos defendieron a Mandela en su momento? ¿Cuántos rechazaron este sistema y alzaron su voz por los negros de Sudáfrica? ¿O protestaron por la justicia y la igualdad? Y entre ellos, ¿cuántos fueron criticados por hacerlo?

He sido profesora de la asignatura “Israel y Palestina”. Durante una clase entera analizamos el papel de la sociedad civil cuando los gobiernos no toman las decisiones correctas. Debatimos sobre la responsabilidad de las sociedades israelí y palestina en liderar los esfuerzos por la paz, justicia y libertad, en vista de que los gobernantes de ambas naciones no demuestran interés en esos valores. Hoy vemos que no solo los israelíes o la diáspora palestina protesta, sino que miles de ciudadanos del mundo se han sumado a un movimiento que exige un cese al fuego en Gaza y la liberación de los rehenes israelíes. Las protestas que más exposición mediática han tenido recientemente son las de los universitarios estadounidenses. Hasta ahora, la policía ha detenido aproximadamente 2.200 personas en el país.

Para comprender realmente lo que está pasando hablé con Tamara Rasamny, una estudiante libanesa-americana que creció en Beirut y está estudiando su maestría en la Universidad de Columbia. Le conté que tengo varias amigas colombianas en la universidad, pero como son estudiantes internacionales no pueden acercarse al campamento: una suspensión por arresto revocaría su visa estudiantil. Hablamos sobre los estudiantes que realmente pueden permitirse protestar, es decir, los estadounidenses, ya que para ellos las consecuencias no serían tan graves. Para algunos, protestar es un derecho; para otros, es un lujo que no pueden permitirse.

Tamara me contó sobre el Campamento de Solidaridad con Gaza, que inició la mañana del 17 de abril. Estudiantes, profesores y miembros de las facultades fueron convocados a proteger el campamento; alcanzaron a llegar más de 300 personas para cuidar a quienes acampaban: profesores en sus togas o con chalecos de neón, poniendo sus cuerpos y sus carreras en riesgo por sus estudiantes. Hacia mediodía llegó la policía; con un megáfono advirtió que arrestaría a quien quisiera continuar. Tamara resaltó que hasta ese momento se trataba de “un campamento exclusivamente pacífico, con personas de diversas culturas agarrados de los brazos y las manos, cantando. Solo había solidaridad y amor… fue tan conmovedor ver tantas personas de culturas y lugares tan distintos unidos por un mismo objetivo”. Me explicó que el campamento tenía tres demandas: “(1) Dejar de recibir donaciones de las empresas que se benefician del apartheid israelí, el genocidio y la ocupación en Palestina; (2) transparencia financiera total de todas las inversiones; y (3) amnistía para cualquier estudiante o profesor disciplinado o despedido por apoyar el movimiento por la liberación palestina”.

Tamara decidió quedarse y, por supuesto, fue arrestada sin oponer resistencia. Fue esposada, estuvo en una celda y posteriormente fue liberada. “Sabíamos a lo que íbamos —dijo—, pero lo que verdaderamente me sorprendió fue la necesidad de arrestar estudiantes que protestaban pacíficamente”. Antes de que llegara la policía incluso hubo dos ponencias, una sobre Apartheid y la otra sobre antisemitismo, donde todos escuchaban y había un aprendizaje colectivo. El mismo Jefe de Patrulla de la Policía de Nueva York, John Chell, resaltó: “Para ponerlo en perspectiva, los estudiantes que fueron detenidos no ofrecieron ningún tipo de resistencia y dijeron lo que querían decir de forma pacífica», refiriéndose a la protesta en Columbia.

Le pregunté si tuvo miedo. Me respondió que sintió más bien tristeza por quienes no tienen cómo defenderse del injusto sistema carcelario, o por los miles de palestinos que están en las prisiones israelíes, muchos de ellos niños. Actualmente, unos 9.500 palestinos de Gaza y Cisjordania se encuentran en cárceles israelíes; de esos, 3.600 son detenidos administrativamente, es decir, detenidos sin cargos ni juicio; 200 son menores de edad, 80 son mujeres y 561 cumplen cadena perpetua. En los territorios ocupados de Palestina, uno de cada cinco palestinos ha sido arrestado y detenido en algún momento[1].

Le expresé mi posición: si bien considero fundamental el derecho a protestar contra gobiernos o instituciones educativas que ejercen liderazgos dentro de la sociedad, me parecían inalcanzables sus demandas. Tamara me respondió que hoy parece lejano, pero lo mismo sucedió con Sudáfrica. En 1985, cientos de estudiantes de Columbia, iniciaron un bloqueo de Hamilton Hall. La protesta duró tres semanas y cinco meses después, la universidad se desprendió de las empresas implicadas en el apartheid sudafricano.

Me impresiona que a la gente le moleste más unos estudiantes acampando que una masacre indiscriminada contra una población entera. A la fecha, las bombas israelíes han matado a más de 34.000 gazatíes, incluyendo 12.300 niños, y dejando unos 70.000 heridos. A mí me parece surreal que uno tenga que protestar para que dejen de matar gente. Me parece surreal cómo la humanidad se niega a aprender de sus errores, de su pasado, de sus pesadillas. Me preocupa que tengamos miedo a ser reprimidos por expresarnos libremente. Me preocupa el poder que tienen ciertos donantes y cómo eso condiciona la respuesta de las universidades frente a las protestas, por más pacíficas que sean.

Para mí, apoyar a Palestina es poner fin a una ocupación ilegal y exigir responsabilidades a Israel por violar el derecho internacional. Es algo que le pediría a cualquier país que estuviese haciendo lo mismo. Agradezco a los valientes que han discernido y protestado por los derechos, la libertad y la igualdad de los palestinos, así como por aquellos que exigen la liberación de los rehenes israelíes. Admiro a quienes ejercen una resistencia no violenta ante lo que hoy es impopular, pero en varios años miraremos con rechazo y repudio.


[1] Fuente: Addameer Prisoner Support and Human Rights Association, Abril 24, 2024.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/ana-paulina-maestre/

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