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«Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá». Esta descripción, hecha por Jesús, es perfecta para ilustrar lo peligroso y delicado que resulta para una sociedad no solucionar sus fisuras y, en lugar de construir y edificar, dividirse para polarizar y destruir.
Las grietas forman parte de nuestro día a día, apareciendo en edificios viejos, calles conocidas, relaciones personales y problemas financieros. Sin embargo, constantemente buscamos cómo reducirlas y, sobre todo, eliminarlas. Son peligrosas y pueden acarrear consecuencias nefastas cuando no se abordan a tiempo, pudiendo llevarnos a quiebras rotundas.
En los últimos días, ha resonado constantemente un discurso: «no hay plata». Realmente, esta frase se ha vuelto la más popular del momento, especialmente con la senda de inflación que traíamos y la reciente desaceleración económica. Es sorprendente la cantidad de colombianos que tienen agrietadas sus finanzas, y las cifras muestran que muchos de ellos recurren al endeudamiento.
Según el último informe de TransUnion (Agencia estadounidense de informes de crédito al consumo y central de riesgo) sobre el comportamiento de la deuda a finales de 2023, cerca del 28% de los ingresos mensuales de los hogares colombianos se destinan al pago de deudas. Según los expertos, lo ideal es destinar como máximo un 30% del ingreso disponible después de pagar gastos obligatorios para el endeudamiento cada mes.
Esto demuestra que la población colombiana está lejos del ideal. Algunas razones que lo explican incluyen los recientes aumentos en el costo de la vida y las tasas de interés, la informalidad laboral, el hecho de que la gran mayoría de los colombianos vive con un salario mínimo y las altas implicaciones de ser un país con ingresos medios-bajos. Además, de sumar la preocupante cifra de que 1 de cada 3 colombianos vive en pobreza monetaria en Colombia (36,6% de la población según el último dato del Dane, correspondiente a 2022).
Esta cultura de endeudamiento no solo se refleja en el ciudadano común, sino también en el gobierno que, con respecto a este punto, muy bien nos representa. Según el Departamento Nacional de Planeación, a finales de 2023 la deuda pública del gobierno representó el 55,8% del PIB nacional, lo que significa que, de cada 100 pesos producidos mensualmente, el gobierno central se encuentra endeudado en 55, y se espera que esta deuda aumente al 57,1% del PIB en 2024.
Realmente, las finanzas del Estado no están en mejor situación que las de los ciudadanos. Observamos un patrón en el que el Estado ha llevado a cabo 21 reformas tributarias en los últimos 30 años, lo que equivale a aproximadamente una reforma cada año y cuatro meses. Además, el Estado constantemente busca aumentar sus niveles de deuda, como se evidenció a principios de marzo cuando el gobierno liderado por Petro solicitó ampliar el cupo de endeudamiento hasta por 17.600 millones de dólares (equivalente a 68 billones de pesos).
A pesar de que en su esencia la deuda puede ser necesaria, surgen muchas preguntas sobre su uso, como: ¿Por qué al Estado no le alcanza el dinero? ¿Por qué, si el discurso es que con la reforma tributaria habrá más recursos, aún seguimos en déficit? ¿Por qué escuchamos constantemente el «no hay plata», incluso cuando se trata del bienestar de las regiones? ¿Por qué es necesario recaudar dinero «extra» si todos aportamos con impuestos?
Lamentablemente, las respuestas a estas preguntas no son claras y solo muestran una cosa: egoísmo. Construir una nación implica mucho más que promesas y discursos inspiradores; implica comprometerse a trabajar sinceramente y con realismo en lo que se puede hacer. Un gobierno es un administrador del dinero de su pueblo, y es absurdo que, por «falta de dinero», sea necesario realizar “vacas” para buscar más recursos que financien proyectos de crecimiento.
El problema de raíz es claro: no sabemos administrar, y aunque se tomen precauciones, el dinero sigue sin ser suficiente. Por eso, es hora de reflexionar si el problema es la cantidad de dinero o cómo se utiliza, porque más allá de la corrupción, estamos dando por sentado que nunca tendremos suficiente, incluso cuando se aumenta la deuda y los impuestos. Estamos desfalcados y, aunque aún tenemos recursos para enfrentar una quiebra, necesitamos pensar en cerrar las brechas que dejan las grietas en nuestro camino, porque antes de unirnos y generar progreso, estamos cerca de dividirnos por completo.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/