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Voto por Valde ¡Votemos por Valde!

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Partamos de algo en lo que todos podemos confluir: lo que debemos elegir en las elecciones regionales de octubre es a quiénes consideremos que pueden ser los mejores alcaldes, gobernadores, concejales y diputados. No elegir un candidato para cuatro años, sino un alcalde para el mismo periodo.

Uno puede, pero no debe elegir al que haga la mejor campaña o sea el mejor candidato, salvo que considere que va a ser el mejor gobernante. Por supuesto que para ser alcalde se necesita, entre otras condiciones, hacer una buena campaña y ser buen candidato, pero estas no son suficientes para ser un buen burgomaestre. En suma, así como un posible buen gobernante puede hacer una campaña poco efectiva y no ganar, también existen muchos buenos candidatos que fueron, son o podrían ser malos alcaldes y resultan elegidos… para gobernar, que es para lo que se elige o debe elegirse.

Ideal, por supuesto, que sea bueno para ambas cosas, pero pocas veces suele ser así: elegimos a los mejores candidatos y terminan gobernando mal y los que lo podrían hacer mucho mejor, no ganan, por no hacer las mejores campañas. Tal es el caso de Medellín en los últimos años y, lo preocupante, es que así será en las próximas elecciones.

El tema tiene muchos matices, pero para no extenderme mucho me centraré en lo esencial, en el alcalde actual y en tres candidatos: Daniel Quintero, Juan Carlos Upegui, Federico Gutiérrez y Juan David Valderrama.

De Quintero se dice que fue un muy buen candidato y que por eso le ganó a casi todos los pronósticos, pero que ha sido un pésimo alcalde y además corrupto. Comparto plenamente lo primero (desastroso como gestor) y de lo segundo hay demasiadas evidencias como para no creerlo. Por lo tanto, la mayor parte de la ciudanía quiere, sobre todo, las dos cosas contrarias: un buen dirigente y que sea honesto.   

El candidato principal de Quintero, porque juega con varias cartas, es Juan Carlos Upegui. Da grima. Poco que decir: mal candidato (no inspira nada), no da confianza para manejar recursos públicos ni señales de ser buen dirigente. La mayoría de sus seguidores parecen obligados o regañados. Sus votos se deberán a la maquinaria y a la chequera que la administración actual ha puesto a su servicio, por más que intenten ocultarlo.

Sigamos con Federico Gutiérrez (Fico), quien es candidato por tercera vez, ya fue alcalde en una ocasión y, salvo algo demasiado extraordinario, lo será de nuevo. Barre en las encuestas y lo hará en las elecciones.

Primero permítanme una salvedad personal. Trabajé el primer año de la alcaldía de Federico como asesor de comunicaciones de la Secretaría de Seguridad y no tengo en lo personal ninguna queja de él. Nunca me pidió hacer nada antiético y siempre me trató muy bien, como suele hacerlo con las personas que trabajan con él: una virtud escasa en los políticos y dirigentes, aunque es insuficiente para ser buen gobernante. Es una de las razones de su popularidad y de la lealtad de muchos de sus subalternos. No hubo ni hay heridas personales, desde las que esté hablando o desde las que haré el juicio de opinión que sigue sobre sus dos últimas campañas, como alcalde anterior y como posible repitente.

No hay la mejor duda de que para las elecciones de 2015 fue un excelente candidato y por eso, como independiente, le ganó a Juan Carlos Vélez, el candidato de Uribe. Ya como alcalde, el tema fue muy distinto. Para muchas personas que conocimos la gestión de Fico, más allá de su twitter, las redes sociales y su apoyo mediático e institucional (casi nada gratis), su gestión fue muy precaria. Pregunte por las obras, tangibles o no de su gobierno, y es difícil encontrar respuestas contundentes y verificables: casi todo fue espuma o logros coyunturales, muy pocos los estructurales. Con la legitimidad que ganó, el capital político y los recursos financieros que tuvo, era para haber hecho maravillas, pero se dedicó, principalmente, a gestionar su imagen personal para proyectarse en el contexto nacional, con una vanidad desbordante.

Además de un mediocre gestor, algunas de sus personas más cercanas tienen serios cuestionamientos sobre el manejo de los recursos públicos, y es imposible creer que fue a espaldas de él. Y la frutilla del postre la puso con la carta que sacó y apoyó, con todo, como su sucesor: perverso como candidato y de muy dudosa reputación. Pésima apuesta política, que junto a la de Uribe con Alfredo Ramos, le sirvieron en bandeja de plata la alcaldía a Quintero. Dos de los “mejores políticos” del país (Uribe y Fico), con sus vanidades y ansias desbordadas de poder, nos terminaron endosando al mequetrefe que gobierna la ciudad.  

Conclusión: ni por gestión ni por transparencia, Fico es la mejor opción para ser de nuevo Alcalde de Medellín, así sea “el mejor candidato” para muchos. Eso hoy lo saben casi todas las personas informadas de la región que lo apoyan y votarán, más que por él, en contra de los secuaces de Quintero. Es un secreto a voces en varios círculos de poder de la ciudad. Y nada augura que su segunda alcaldía será mejor que la primera, empezando por algunas alianzas que ya ha hecho. Ojalá y me equivoque por el bien de Medellín. Desde la conformación del gabinete lo sabremos. Y que gobierne, porque será el Alcalde de Medellín y no de Colombia, como quiere serlo; que construya de verdad y que no siga en campaña, que es la tendencia ahora de la mayoría de gobernantes.   

Están seguros de que no hay nadie más, pero yo considero que sí.

Juan David Valderrama (Valde), quizá no sea el mejor candidato o político en campaña y aceptemos, en gracia de una discusión posterior, que su campaña no ha sido la mejor y que ha cometido muchos errores. Los otros también, pero con Valde los juicios son implacables.

De Valde no hay dudas sobre su honestidad y sobre su capacidad de gestión, comprobada tanto en el sector público como en el privado. Y aunque su campaña lastimosamente emocionó a pocos, a mí sí emociona saber que en Medellín existen personas como Valde, honestas, capaces y con carácter político, que serían mejores que los últimos dos alcaldes.

Sé que no va a ganar, pero como sus virtudes son las que necesita Medellín, votaré por Valde e invito a mi familia, amigos, alumnos y personas que me siguen a votar por él. No importa que no gane, pero “la dignidad de la derrota siempre compensa su inevitabilidad”, y podemos mandar un mensaje de que sí hay otras opciones (y no es la única), que nos pueden devolver la esperanza, para no continuar en el péndulo catastrófico de elegir entre el más o menos malo y el peor. 

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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