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Colombia tiene un potencial de sufragantes de 30.002.239, de los cuales votaron el pasado 19 de junio el 58,09% (22.658.694 personas votaron). En las elecciones presidenciales del 2018 votaron en primera vuelta el 53,38% y en segunda el 53,04%, las elecciones recientes marcan una tendencia que crece, pero falta camino por recorrer en materia de participación política, incluso en la elección más crucial para el país. Esta columna es para ese porcentaje, para el 41,91% de personas que por distintos motivos no asistieron a votar en la segunda vuelta presidencial de 2022.

Arranco por una declaración de principios políticos y democráticos: no estoy de acuerdo con el hecho de obligar el voto, ni mucho menos con la práctica, común en Colombia, de vilipendiar a quienes no escogen entre las caras de los tarjetones, independiente si son muchas o pocas. Estoy convencido de la valía del voto en blanco, de los votos no marcados e incluso de los nulos como forma de expresión simbólica (en algunos casos con efecto jurídico como en primera vuelta presidencial y de mandatarios locales) y respeto a las personas que deciden no votar, sea por razones políticas o personales, todas válidas. Creo incluso que hay mecanismos que la ley podría adoptar para tratar de generar mayores incentivos de participación, sin que se llegue a la obligatoriedad. Me gustaría ver pilotos de votación un miércoles, por ejemplo, y ajustar el calendario electoral para que no se cruce con fines de semana con puentes festivos.

Digo que esta columna es para el 41,91% de ciudadanos que decidieron no votar o no asistir a las urnas porque creo que parte de la reconciliación del país arranca por ahí, por involucrar, sin presionar su preferencia, a los apáticos, a los que se abstienen de manifestarse, sin importar el tipo de manifestación que prefieran al momento de llegar a las urnas. Esto me parece particularmente importante para un momento como el que pasamos en donde el presidente electo, Gustavo Petro, tiene 38,6% de imagen negativa, de acuerdo con el estudio Colombia Opina #13 de Invamer de junio de 2022. Desfavorabilidad que puede crecer antes de su posesión como primer mandatario de los colombianos.

El país que votó es uno de opinión dividida, el margen estrecho de la elección (menos estrecho de lo que vaticinaban las encuestas) y la composición territorial de los votos en cuanto a los departamentos que ganó uno u otro candidato nos deja en evidencia una Colombia electoral fracturada. El presidente electo ha propuesto un acuerdo de reconciliación nacional hablando con esos resultados, pero ahí siempre se nos olvida considerar a los que no podemos ver en el mapa o los números, a los que se juntan arbitrariamente y quedan tras bambalinas en el porcentaje gris de la abstención, que pese a la homogeneidad de la cifra (41,91%) implican, necesariamente, una diversidad enorme que debemos entender mejor, al menos conocerla inicialmente.

El país político cambió, y el proyecto de sociedad que se construya debe hacerse con la ciudadanía que se manifestó en las urnas, a favor y en contra del ahora presidente electo, pero también con el país que no se expresa políticamente a través del mecanismo formal del voto. Por desentrañar las razones de la no participación, las explicaciones de la apatía, pasa gran parte de la labor de reconciliación que quiere abanderar el nuevo presidente de los colombianos, el presidente de todas y todos, de los que votaron por él y por Rodolfo Hernández, y del 41,91% que no salió a votar.

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