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Todo lo que siempre he querido

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En el último año se ha vuelto más evidente para mí una tendencia en la vida de las personas, un suceso que se ha repetido una y otra vez durante lo que se ha sentido como un 2023 doloroso, disruptivo, difícil y retador; la vida nos quita y nos pone. Cuando he sentido que lo tengo todo, que nada me falta, que he llegado al máximo estado de felicidad y paz interior, algo se derrumba.

Mientras cumplo mi sueño de estudiar en el exterior y vivir con mis amigas, celebrándole a una de ellas su cumpleaños, una relación amorosa se acaba. Mientras me doy el regalo de visitar España, y conocer los lugares que veía con admiración en la televisión cuando mi edad no pasaba del único dígito, mi tío abuelo se muere a varios miles de kilómetros de distancia. Mientras empaco para ese viaje soñado, me llama mi hermano para que, a través de una pantalla, pueda ver el entierro de quien se ha sentido como el abuelito de todos mis primos. En la sala de mi apartamento de Edimburgo, sentada sola en el sofá, lloré su partida como si estuviera en Medellín, imaginando que le daba a mis familiares el abrazo que yo tanto necesitaba.

Mientras me lleno de dicha al volver a Colombia después de varios meses, y después de un viaje familiar que organizamos casi a último minuto en el que mis papás pudieron conocer la ciudad que ahora llamo hogar, el cáncer volvió a tocar nuestra puerta. Y hay operaciones, doctores, hospitales, anestesia, resonancias, agujas, pinchazos. También hay lágrimas de miedo, de soledad, de rabia con el universo porque permitió que esto nos pasara una vez más. Hay desolación al pensar que el cáncer infantil no debería existir, que la suerte de la salud realmente no estuvo con nosotros.

Mientras mi hermano está acostado en la cama luego de varios días en el hospital, descansando después de lo que fue una cirugía milagrosa, mis mejores amigas de la universidad me visitan en Medellín. Vamos a la Comuna 13, almorzamos en Crepes, hacen compras en El Tesoro. Se deslumbran con el tamaño, la calidez, la vida de Medellín. Manejamos por Las Palmas porque quiero que vean la ciudad que me crió desde las alturas. Quiero que vean el Valle de Aburrá, la cuna de mi vida.

El día que cumplo 21 años, mis papás y mi hermano, las personas que más amo, deben montarse a un avión porque debemos hacer lo mejor para él, lo mejor para todos. Y mientras los doctores nos dicen que mi hermano debe someterse a un tratamiento de varios meses, mientras le dicen que deben hacer una tercera cirugía, estamos celebrando 15 años de su vida ese mismo día.

Y en estos mismos meses, conozco a alguien que me llena de esperanza. Conozco a alguien que me hace reír, con el que puedo conversar de todo y de nada. Alguien que va conmigo a charlas feministas, que va conmigo al hospital, que solo por verme una tarde, emprende un camino de más de una hora. Hemos podido construir una relación que, hasta ahora, ha sido a prueba de todo. Nosotros hemos sido a pesar de todo.

Entonces, mi reflexión hoy es corta: nunca voy a tener todo lo que siempre he querido, porque nadie nunca lo hará. La vida tiene esa manera de quitar y poner elementos y situaciones que nos duelen y nos motivan simultáneamente, y que por lo menos en mi caso, nos muestran lo que en realidad importa.

Ahora siento que el día que mi hermano vuelva a estar bien, será el día que lo tendré todo. Y hace cinco años y medio, la primera vez que se enfermó, pensé lo mismo. Pero se me olvidó. Me dejé llevar con el ronroneo de una vida movida, de aspiraciones aventureras, de imposiciones sociales, del qué dirán. Pero entiendo que el día que él esté bien, la vida entrará con otra movida maestra, para mostrarme que no lo tengo todo.

Lo único que queda son los aprendizajes, y realmente espero que en el momento que ya no esté en este plano terrenal, que me sienta lista para marcharme, tenga la certeza de que lo tengo todo. Que sienta que, de todas las situaciones, de todas las personas, de todo el dolor y las alegrías, aprendí. Así creo que es como realmente voy a poder tener todo lo que siempre he querido. Hacia adentro, no hacia afuera.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/salome-beyer/

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