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Permítanme, en esta última columna del año, darle un vistazo a 2023. Nicholas Kristof, el articulista del New York Times, solía publicar, cada diciembre, que ese año había sido el mejor año de la humanidad.

Lo hizo en 2018 y en 2019. “This has been the best year ever”, la titulaba el buen Kristof.

Sobre el terrible y pandémico 2020 dijo en su cuenta de Twitter (aquel año aún se llamaba así): “Lamentablemente, no podré escribir una columna así sobre 2020”.

En 2021 parece que se abstuvo, o por lo menos, no encontré su artículo esperanzador. En 2022 sí que lo hizo de nuevo: ¡Ánimo, el mundo no está tan mal como piensas!, escribió.

Miento.

El título que eligió para el retorno de su columna fue otro: “El mundo está mejor de lo que crees”, que se parecen, pero no son lo mismo, porque en el primero dejé colar mi pesimismo en la traducción. “Cheer up! The world is better off than you think”.

Si pudo llegar a esa conclusión con la guerra de Ucrania recién iniciada, nada detendrá a Nicholas de hacerlo de nuevo antes de que termine 2023, con el genocidio sobre Palestina en marcha, el Dombás aún en llamas y el planeta con temperaturas que hacen parecer los inviernos en Finlandia como cálidas primaveras.

Kristof se valía de las estadísticas para recordarnos que hay menos mortalidad materno-infantil, más gente se puede conectar a internet para informarse (y evadirse de la realidad, también) y hay menos analfabetismo en el mundo. O por lo menos en el mundo que revisa el optimista de Kristof. Porque ya saben ustedes lo que pasa con las estadísticas: si alguien tiene nueve televisores y yo solo uno, la media dirá que tenemos cinco cada uno.

Supongo yo, con cierto atrevimiento que permite la ignorancia, que si en Estocolmo hay cupos en la primaria para más del 100 por ciento de sus niños en edad escolar, puede ser que las frías estadísticas digan que hasta los infantes de Quibdó, Balli Dagar Uen o Bangladesh tienen una silla en algún aula de clase.

No es que esté mal, digo. A mí mismo me gustarían tener el optimismo que posee al opinador año tras año. Qué más quisiera yo que mirar el mundo y pensar que esta vez sí, que lo lograremos, que como especie al fin lo entendimos. Pero no.

Pienso en 2020, el año que no fue. El año en donde nos dio miedo a todos y donde quedó en evidencia (aún más) que pese a que todos navegamos en el mismo mar tormentoso y agitado, unos van en exclusivos yates, otros en cruceros, unos más en lanchas y muchos intentan que no se inunde su patera.

Creo, al contrario de Nicholas Kristof, que los mejores promedios estadísticos solo son eso, promedios. Los avances sociales y económicos siguen dejando por fuera y en las peores condiciones a millones de personas. Este 2023 fue un año de cambios frustrados, de radicalizaciones, de triunfos del individualismo aquí y allá y más allá. 2023 fue, como otros años desde hace años, un ciclo más de “sálvese el que pueda”. Hay gente que va a quedar atrás.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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