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Las formas de la pereza

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Hablaba hace unos días con una amiga sobre el desgaste que implica tolerar acciones o comentarios inapropiados, frases vacías que la mayoría repite sin pensar en lo que significan o en cómo pueden lastimar al otro. Decíamos que sí, que tal vez todos necesitamos un poco de tolerancia y de paciencia, pero al mismo tiempo también necesitamos una dosis de exigencia y rigor para actuar, para pensar, para hablar. La intolerancia es disruptiva en una sociedad que se acostumbró a lo políticamente correcto sólo para no herir, cuando hieren más la hipocresía o la mediocridad.

Hay momentos en la vida en los que uno simplemente quiere que lo escuchen o que le den un abrazo. Hace dos semanas se murió mi perro Gabo de forma repentina. Contra la muerte no hay nada qué hacer. Toca resignarse.

Entonces aparecen los mensajes de la familia y los amigos que, en medio de tanto dolor, uno no sabe ni qué pensar, ni a cuál prestarle atención. Frente a alguien que está en duelo, menos, es más. No hay qué romantizar lo que ocurrió, ni tampoco dotarlo de sentido místico ni metafísico. Eso es algo a lo que cada persona en su intimidad e introspección llegará. Uno no quiere saber de lecciones, de aprendizajes, ni que le hablen de misiones. El silencio, el respeto por los sentimientos del otro son también una forma de empatía, de ser solidario.

Me decía mi esposo que nadie dice las cosas con mala intención. Sé que no. Pero de buenas intenciones no se vive, y de esto era de lo que hablaba con mi amiga. Así como los demás creen que pueden opinar lo primero que se les ocurre sin pensar o tal vez pensando que es lo apropiado, uno también puede responder al respecto y expresar en voz alta que eso no es lo que uno necesita oír. Que alguien esté en duelo, vulnerable, no significa que haya perdido su capacidad de pensar o su dignidad que es también su carácter.

Días después, el alcalde de Medellín anunció orgulloso y envalentonado como es usual el decreto que restringe el consumo de sustancias psicoactivas en diferentes escenarios públicos y privados de la ciudad. Dijo Fico que no era una criminalización, sino un asunto de salud pública, sin embargo, esta medida simple y dogmática no resuelve nada. El verdadero consumo que afecta a los niños, niñas, adolescentes y a toda la población, está dentro de los hogares. Donde padres, familiares o cuidadores consumen sin temor a ser requisados o procesados de alguna forma y delante de los menores. Olvida el alcalde que el alcohol es una droga igual de dañina y mortal que está, no sólo aceptada y legalizada, sino normalizada por la sociedad. Según la OMS, las muertes por accidentes de tráfico derivadas del consumo de alcohol representan un 40-50% de las muertes en las vías. ¿Dónde están los policías?

Si la intención real es proteger a los menores y a los más vulnerables, ¿por qué perseguir libertades individuales utilizando casi todo el pie de fuerza que es escaso, en vez de preocuparse por el hambre y la desnutrición infantil, la inseguridad y la explotación sexual que desangran nuestra ciudad? Es una medida tomada con pereza, porque para atacar el problema de la drogadicción y el consumo problemático se necesitan más que 6.000 uniformados.

Pensaba entonces en las formas de la pereza. Crecimos creyendo que ser perezoso era no querer madrugar o faltar al colegio porque sí. Negarse a estudiar o a realizar alguna actividad. Seguimos creyendo que “al que madruga dios le ayuda”, pero a pesar de ser uno de los países donde las personas más madrugan y tienen jornadas laborales más extensas nuestro desarrollo y crecimiento económico no dan prueban de ello. Seguimos anclados en unas “soluciones” paliativas que no atacan ni eliminan un problema de raíz, y en un subdesarrollo angustiante.

La pereza mental la padecen tanto los mandatarios —especialmente ellos— como cualquier persona que se enfrente a una situación retadora o cotidiana. Mi amiga de la que hablo al principio de la columna me dijo “No es nuestro lugar entender eternamente la pereza del otro sólo porque hace algo con buenas intenciones”. Y le doy la razón.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/

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