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Juana Botero

La hora de la verdad

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Estamos a un día de que sea entregado por la Comisión de la Verdad, el informe, que desnudará una parte de nuestra historia como país. De manera oficial, se recibirá por parte de la sociedad civil, los millones de voces que contaron su verdad sobre la guerra, sobre el conflicto armado colombiano. Un documento que lejos de ser un objeto, son sujetos que merecen ser leídos, escuchados y nombrados. Que lejos de tener final, se escribirá a diario durante décadas.

Un documento que le pone cara, nombre y apellido a las víctimas. Por eso se entregará un relato que este país tiene que honrar.

Mañana es un día importante para Colombia. Un día donde se reconoce lo sucedido, se respeta a las víctimas y se empieza a buscar caminos que nos garanticen la no repetición.

Yo desde hace días vengo preparando mi corazón para este momento, sé que me tomaré el tiempo para ver el trabajo que hizo la Comisión de la Verdad y por ello leerlo, no será sencillo, tomarse este trago amargo lenta y profundamente. Lejos de la legitimidad o no que algunos le darán a este informe, aquí lo importante no se nos puede perder de vista. La gente que fue asesinada sea legitimo o no el informe; SÍ fue asesinada, torturada, desplazada y maltratada. Así que mañana no es un día para el análisis político del conflicto o para apostar quien fue más malo, eso es absolutamente irrelevante ante las vidas que se perdieron. Mañana no es un día político, es un día para escuchar un dolor, llorar un país y hacer pactos sagrados con la vida para que nadie más sea víctima de una guerra.

Este relato de la verdad nos tiene que invitar a seguirnos preguntando, por cómo hacer para no repetir la historia, nos debe ayudar a evitar que volvamos a caer en manos de las armas. De manera individual, este informe se debe asumir con coraje, para que habiéndonos mostrado las causas del conflicto, nos haga a preguntar como sujetos, si hoy las estamos o no volviendo a encender.

Mañana debería poder instalarse en nuestros corazones la búsqueda permanente de la paz, de una paz viva. Una que aún hoy no conocemos, pero que estamos más cerca de ella después de terminar con el lado del conflicto que más heridas nos dejaba; y todo con un Acuerdo.

Y aunque no ignoramos que mañana mientras se entrega el informe, habrá en algún lugar de este país, un asesinato, una persona con miedo, extorciones de narcotraficantes, robos, corrupción de algún político; también sabemos que no estará el conflicto con las FARC y eso debe ser comprendido en su impresionante dimensión.

Lo que conoceremos, debe ser además una invitación para que esta sea la hora de la verdad de todos, una que nos permita reconocer la ruptura de nuestro país. Debe invocar nuestras fuerzas colectivas para construir un puente que nos encuentre y nos permita vivir juntos, que teja a esas dos Colombias que aún sospechan de la otra y que tal vez todavía no hayan comprendido del todo que en esta guerra todos sufrimos, que no hay lugares que no hayan sido salpicados por el conflicto y que aunque hay 9 millones de víctimas que deben ser reparadas porque tuvieron las mayores consecuencias del horror; la verdad es que aquí hubo 45 millones de víctimas, pero también 45 millones de responsables.

Hoy solo nos queda construir este país juntos, para que no haya nadie que no pueda vivir con dignidad y nunca más con temor de ser asesinado.  La paz llegará solo cuando no haya un solo niño con hambre, una sola madre llorando sobre el cadáver de su hijo, un solo campesino sin casa, una sola mujer maltratada, una comunidad sin agua. Pero para lograrlo, las fuerzas deben estar de un solo lugar, del lugar de la esperanza y la humanidad.

Nadie está listo para revivir la verdad o para escucharla por primera vez. Pero nos corresponde hacerlo sin juicio para ampliar el corazón, para que vengan los días buenos, como lo han dicho nuestros hermanos indígenas.

Me dispongo a escuchar esta verdad con mis cinco sentidos, con todo el temple para reconocer y con el compromiso intacto de implicarme con mi vida y mi trabajo, para garantizar que no se repita.

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