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Valentina Arango

Equivocarse y empezar de nuevo

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Le he perdido el miedo a tomar decisiones drásticas y a retrocederlas al poco tiempo.

Crecí escuchando que cada acto de nuestra vida era determinante y trascendental para el plan que se quería seguir, y que la indecisión (o más bien la multiplicidad de decisiones contradictorias) no era bien vista. Aunque es algo que hoy sigo escuchando con cierta frecuencia, lo cierto es que he vivido, por lo menos los últimos ocho años de mi vida, en un ir y venir de exploración intelectual que, aunque determinante, no ha sido irreversible en ningún caso.

Empecé Derecho, me pasé un semestre a Ingeniería Física y luego volví a Derecho; exploré el campo académico desde la visión jurídica y el Derecho en empresa; y en los últimos meses he explorado emprendimientos, asesoría corporativa en materia de género, y mi lado más creativo. Todas esas decisiones las he tomado con la vehemencia que me caracteriza, pero principalmente con la tranquilidad de saber que puedo revertirlas y regresar al punto cero en caso de estar equivocada.

Puede ser mi personalidad la que necesita unos meses de retos diferentes para reconocer retroactivamente el valor que la vida anterior generaba; puede ser también un rezago de mi generación caracterizada por la indecisión y la insatisfacción; o puede ser simplemente que el único plan que tiene sentido para mí es vivir el presente de acuerdo con lo que resulte más placentero.

Es ese último punto el que creo determinante: aunque busco ser coherente en el momento actual con lo que quiero, no creo que exista un deber de coherencia permanente en el tiempo. La contradicción y la exploración de otros campos, lugares y sinergias puede ser valioso para quienes encontramos en el riesgo y el error la posibilidad de encontrar nuestros verdaderos deseos.

En el concierto de Coldplay, Chris Martin se equivocó en la entrada de dos canciones. En ambas ocasiones paró de tocar y le dijo al estadio, sin tapujos, que comenzaría nuevamente. Esa muestra de humildad musical y de respeto con la audiencia no debería sorprender pues es la vida misma: reconocer nuestros errores y las implicaciones de nuestras decisiones solo para volver a empezar.

Este año ha sido para mí caminar sobre arena movediza: aprender a no tener el control y a encontrar retos en lo desconocido, en lo novedoso y en la incertidumbre. La arena movediza en este intento de exploración ha sido también el recordatorio de que el piso firme es lo que quiero para mi próximo reto. Mi propósito ahora será seguir recordando la finitud de los errores: la vida sigue y uno sigue en ella. Ese es el consuelo que queda.

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