Tipos de contenido

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

La crisis del bosque seco

Te podría interesar

Elige el color del texto

Elige el color del texto

Escuchar artículo
PDF

Los bosques secos tropicales de nuestro país son uno de los más fieles reflejos de la manera en la que nos hemos relacionado con la naturaleza y las implicaciones que eso ha tenido en ella y nosotros mismos.

En principio, es en este tipo de ecosistemas donde más se evidencia esa mirada egoísta de no ver nada valioso, porque su apariencia no refleja aquellas concepciones que tenemos de un bosque o de un espacio natural como debe ser. 

El problema radica en esa concepción de ver a la naturaleza como una fuente de recursos o como un obstáculo para conseguirlos. Su valor aparente solo radica en su capacidad para generar dinero y «desarrollo» para nosotros como especie, que es una concepción errada, incompleta y muy peligrosa que los humanos hemos tenido por mucho tiempo. Ese modelo se ha exacerbado en las últimas décadas al darle la mayor importancia al crecimiento económico y a los beneficios directos que tienen.

En consecuencia, este tipo de ecosistemas es uno de los más afectados a nivel mundial y nacional. Sumado al poco conocimiento científico que tenemos sobre sus especies y su importancia biológica y a la mediocre protección generada por el Estado y las instituciones encargadas, logramos unos niveles de degradación tan absurdos, que las posibilidades reales de conservarlos ya cada vez son más escasas.

Como mencionaba antes, creo que el mayor problema radica en el imaginario colectivo de ver a la naturaleza desde una perspectiva monetaria o de beneficios para los humanos. Perdimos de vista la simpleza de ver al mundo natural como parte de lo que somos, a nosotros parte de ello, de las conexiones que se generan entre todos y del valor que cada ser vivo tiene en sí mismo. 

Este ecosistema afectado gravemente en todo el mundo por su apariencia débil y poco importante, está cada vez más cerca del colapso y de dejar desprovistas áreas gigantes de suelo que tardó cientos de años en formarse y que carga con el potencial de desertificarse y perder, ahora sí, todo el valor y potencial que podría tener para la misma naturaleza y para nosotros.

En los bosques secos, las interacciones entre especies y las estrategias de supervivencia se ven muy claramente representadas, más que en otros tipos de ecosistemas, pues bajo las condiciones adversas que se presentan, los seres vivos consiguen sobrevivir en armonía y mantener un equilibrio de todas las partes, como un todo, en el que cada uno cumple un rol específico que permite que los demás también lo cumplan. Desde la forma en la que algunos árboles dispersan sus semillas, hasta los mecanismos de protección y adaptación para prevenir ser comidos por otras especies, todos van desarrollando unas capacidades únicas que los hacen muy resilientes y les permite ser parte activa de la vida como conjunto.

Si solo vemos estos bosques como potenciales potreros, zonas de recreo o como una simple maleza que hay que quitar porque estorba y no produce, las consecuencias van a ser tan graves, que ni las mejores tecnologías van a lograr reemplazar lo que la naturaleza sí puede hacer.

Es cuestión de cambiar la perspectiva y darnos cuenta de los valores intrínsecos que tienen los otro seres con los que compartimos planeta y de darnos cuenta que al pretender vivir solo par a nuestro beneficio, estamos también pavimentando nuestro propio camino hacia la extinción.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

5/5 - (1 voto)

Te podría interesar